"A la radio siempre la amé y me amó"

Entrevista al periodista Mauricio Almada

A las 8 de la noche Mauricio Almada ya está durmiendo. Es que a las 4 y media llega a la radio El Espectador para preparar su salida al aire que comienza a las 6. Es cansador, sí, pero el amor a veces merece sacrificios. 

Decidió ser periodista siendo apenas un adolescente y en los ochenta fue uno de los pioneros que cursaron la licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Eso le valió varias burlas de los periodistas más veteranos y el cuestionamiento de los padres: "estudiá una carrera en serio", le dijeron. Pero él insistió.
Trabajó en prensa, en televisión y en radio, siempre en radio. Escribió el libro Crónica de una infamia, el comunicado más vil de la dictadura, y en este momento investiga para otro libro.
También es abuelo, padre de 4 hijos y esposo de una profesora de Historia del Arte.

 

- ¿Cómo se te ocurrió ser periodista? 
Se me ocurrió cuando estaba terminando el bachillerato. Con un grupo de amigos en el colegio hicimos un semanario que se llamaba Comentarios, y por otro lado, en un movimiento de voluntariado que yo estaba en aquel momento, que era Castores, vinculado al colegio, sacábamos un periódico que se llamaba Pico y Pala.

Ahí arranqué a escribir, 16, 17, 18 años. Y ahí se me despertó la vocación. También mi familia tenía periodistas, mi padre había ejercido el periodismo, tenía vínculos cercanos con la profesión. Y en aquel momento se abrió en el Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras, que después fue la Universidad Católica, la carrera de Ciencias de la Comunicación. Yo dije en mi casa "voy a estudiar Ciencias de la Comunicación"... La respuesta fue "¿quéeee?" (risas). Mis padres que son abogados los dos, me decían: "no, vos tenés que estudiar abogacía ¡qué comunicación, qué periodismo! eso no se estudia. Tenés que hacer un carrera en serio y después, si querés hacés periodismo, y escribís y te divertís". Al tiempo me fueron reconociendo.
Estudié, me gradué, finalmente en la Universidad Católica. Y ya empecé a trabajar desde el primer año de la facultad. Empezamos a tener programas con un compañero y querido amigo hasta ahora, Gustavo Rey, empezamos a tener programas en radios, estuvimos varios años juntos y ahí arranqué la carrera, tanto en periodismo escrito, en prensa como en radio.
Estuve en el diario El Día, El Observador, La República, Guambia, en el semanario Sin Censura. Y después tuve programas en varios radios.


- ¿Fuiste entonces de la primera generación de egresados de la licenciatura en comunicación?
- La segunda.


- ¿Y cómo te recibieron en los medios? Porque la reacción que tuvieron tus padres me imagino que se replicaba en los periodistas veteranos. Antes entrabas a la redacción con 14 años siendo cadete y terminabas escribiendo, siendo jefe de redacción.
- Era tal cual, tal cual. Me fui a probar a varios medios, salí a varios medios. Recuerdo una prueba frustrada en el diario La Mañana. Yo venía muy contento diciendo "mire que yo estudio en la facultad, una carrera" y se me mataron de risa: "¿facultad de qué? ¿de qué estás hablando? esto se aprende acá, se aprende en la calle, no se aprende en la facultad". Y ya llegó un momento que me daba vergüenza decir que había estudiado, trataba de no decirlo. Después eso fue cambiando porque la profesión empezó a ser más reconocida desde el punto de vista universitario, empezaron a abrir otras facultades y hoy por hoy los medios todos tienen en consideración si los periodistas están graduados.


- De hecho ahora es más bien lo contrario....
- Lo contrario, si está graduado, qué idiomas habla, hizo algún postgrado. En una sociedad competitiva y con una profesión por lo menos hoy puesta en tela de juicio, en el estado actual de la evolución del periodista ¿cuál es hoy el rol del periodista? En medio de la época de las redes sociales, donde cualquiera informa de manera directa, ya sean instituciones, presidentes o gente común. Como decía Umberto Eco, "hoy hasta el tarado de la esquina habla". Eso está todo ahí, todo junto. En medio de eso ¿cuál es nuestro papel? Yo creo que nuestra profesión todavía se sigue basando en la confianza, en la confianza que podamos despertar en quien nos siga. Que lo que digamos sea creíble, porque cualquiera dice cualquier cosa, y lo repite, "vi, escuché, leí", pero el periodismo todavía tiene la posibilidad de ofrecer al mundo un relato de los acontecimientos diferente al que pueda hacer un vecino en la misma red que usamos nosotros.


- ¿Cómo crees que estas generaciones que se prepararan en facultad, que conviven con redes sociales, viven el ejercicio del periodismo? A mí muchas veces me da la sensación que están en una burbuja, que necesitan salir de la pantalla a la calle, ver, oír. ¿Cuál es tu sensación?
- Yo soy profesor de la facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT. Yo creo que han cambiando las generaciones y ha llevado a cambiar de forma importante la educación y la forma de dar clases, de encarar las clases de periodismo, de cuáles son los focos de interés. Hablamos mucho de las tecnologías, de las redes, pero hoy todavía lo más importante sigue siendo saber leer y saber escribir, saber leer, no solo leer, y escribir bien. Y a veces ves que se llega a un nivel terciario con carencias y decís ¿cómo pudo llegar hasta acá?
El tema de la burbuja es verdad. El periodista no termina de cuajar hasta que no sale a la calle, no se puede formar si no sale a la calle. Yo a mis alumnos los mando a la calle de forma permanente, si alguno estuviera en una burbuja se le tiene que pinchar rápidamente. Si hablás de una universidad privada, como este caso, suponés (y efectivamente es así, como le pasa a mucha gente) que muchos jóvenes no conocen los barrios periféricos de Montevideo....yo no voy a mandar a alguien a una zona roja a meterse en un día complejo para que vea cómo es una balacera, no, pero sí que se practique un periodismo que no sea de escritorio. Que no todo es estar atrás de la máquina. "Todo está en internet, profe", dicen. No, no está todo en internet. La vida no es solo internet, hay muchísimas cosas, el contacto humano, el hacer fuentes, conocer... y es increíble cómo eso, a medida que van avanzando, les sirve. Porque hacen fuentes que después les sirve a lo largo de toda la carrera, las exprimen, para una materia, para otra. En la formación periodística está muy bueno lo académico pero tiene que estar acompañado permanentemente de la práctica, y los nuevos programas trabajan en ese sentido.


- ¿Y vos cómo te adaptaste en tu práctica periodística a las nuevas tecnologías?
- Yo lo recibí primero con mucha alegría porque me abrió un montón la comunicación con los oyentes. Desde ya el viejo mail o el viejo sms o ahora whatsapp, me acercaron muchísimo y facilitaron el contacto. Yo arranqué en la época en que la comunicación era llamando por teléfono, después mandando algún fax o mandando cartas, esa era la forma de comunicarse con los oyentes. Hoy estás en tiempo real, estás diciendo algo y ya te están mandando, agregando información. Para la profesión estas herramientas son sensacionales. Después en el caso del manejo de redes, yo tengo una cuenta de Twitter- que es @malmada2, por si alguien me quiere seguir- y la uso con fines periodísticos, tanto informativos como de opinión. También opino, creo que vivimos una época en la que el ciudadano espera opiniones de algunos referentes...y después información, ni que hablar cuando salgo al exterior a hacer coberturas. No entro nunca en el debate con nadie, por ningún tipo de comentario, simplemente digo lo que tengo que decir, participo de ese foro de esa manera. Y sigo a todo lo que me interesa y obtengo un montón de información a través de esta red social.


- Empezaste a trabajar en radio y ahora estás en radio, pero en el medio pasaste por prensa y televisión ¿qué significa la radio para vos?
- Es lo que más me gusta, no hay ninguna duda, para ejercer el periodismo. Porque la radio es el medio más emotivo, que va directo al corazón, no es un medio racional como la prensa, donde podés hacer análisis más racionales. En la radio también, pero digamos que si no hay sangre, vibración, no pasa nada. La radio es un medio caliente, entonces es muy adrenalínico y a mí me resulto muy adictiva. Empecé hace casi 35 años y no la dejé nunca: terminaba de trabajar en una radio un viernes y el lunes empezaba en otra. Lo que te digo es así, no paré nunca, gracias a Dios. La he querido a la radio y la radio me ha querido a mí. La prensa me dio una solidez en mi formación muy importante, porque la escritura y la estructura de la noticia es muy importante, cómo cubrir, cómo hacer fuentes...la radio tiene otros elementos vinculados un poco más la comunicación en general, al show, a la puesta en escena. El periodismo en prensa es más crudo, para mí fue una enseñanza permanente. Y la televisión te da el impacto de la masividad.


- ¿Tu trabajo en televisión fue como productor periodístico?
- Productor periodístico. Produje Debate Abierto que conducía Gerardo Sotelo, que salieron columnistas como Fernando Frontán, Pablo Vierci, Selva Andreoli, Julio Toyos, entre tantos otros. Después hice otro ciclo de debate y después hice con Nano Folle, Víctimas y Victimarios, directamente vinculado a la temática policía y judicial.
Fue muy interesante, a mí me encantó ese ciclo, que fue muy exitoso pero nos pasó a todos los del equipo que dijimos "no podemos más, ya está". Yo tenía que llamar todos los días a la mamá, al padre, al hijo de un asesinado, para pedir una entrevista. Tenía que ir a una cárcel a visitar a un asesino para convencerlo que nos diera una entrevista, es un mundo, descubrís un mundo...tenés que ir a la morgue, ver cuerpos, autopsias, expedientes con fotos. Está buena la temática y conocer ese lado oscuro, dark del ser humano, que está ahí. Es interesante desde el punto de vista psicológico, que estaba presente en el programa, pero llegó un momento que dijimos "queremos un respiro".
Víctimas y victimarios rompió además con esquemas no solo por la temática sino por el tratamiento visual, se hacían las recreaciones y eso le daba un impacto muy fuerte
Tuvimos una gran artística, no se hacía en otros programas y lejos de quitarle seriedad o credibilidad, aportaba información, daba la posibilidad de ver cómo sucedieron las cosas.


- ¿Cómo quedaste emocionalmente cuando finalizó?
- Me costó desprenderme porque estaba siempre con las antenas puestas. El saldo fue muy positivo pero ya fue parte del pasado. No me cierro a poder producir algún ciclo...yo te decía a la radio siempre la amé y me amó, a la televisión yo nunca la amé, a veces ella me amó pero es compleja la televisión.
Lo que pasa es que tiene un impacto tremendo y tiene su tentación. Yo nunca salí al aire en televisión, nunca quise. Básicamente por lo siguiente- esto es una confesión- siempre quise preservar mi intimidad lo más posible. Veía cómo mis compañeros que salían al aire....porque salía con Gerardo, con Nano, era insoportable, no podíamos ir a un café tranquilos, no podíamos mantener una charla porque era permanente la gente acercándose. Ahora es selfie, autógrafo, no podés ir al cine, al teatro, ir al fútbol y gritar lo que quieras (risas) Yo en eso en general paso desapercibido, salvo cuando hablo, cuando hablo a veces me dicen "esa voz la conozco". Igualmente ahora, viste que todo se transforma, están las cámaras en la radio y se hacen videítos de las entrevistas, los medios también se van misturando ¿hasta qué punto es radio, es televisión, dónde está el límite? no sé dónde está.


- Hablaste de lo oscuro cuando te referías a Víctimas y Victimarios. También escribiste un libro sobre un hecho muy trágico. Crónica de una infamia, el comunicado más vil de la dictadura, cuenta sobre un episodio de detención y tortura de adolescentes ¿Cómo llegaste a esa historia y qué te movió a escribir el libro?
- La historia, justamente, me llegó a través de Víctimas y Victimarios, porque dos de las víctimas de aquella historia que ocurrió en 1975, dos de esas chicas, ya señoras, fueron a plantear a ver si nos interesaba hacer el caso. Era un grupo de estudiantes del liceo número 1 de Treinta y Tres, que pertenecían a la Unión de Juventudes Comunistas, que fueron llevados al cuartel y salvajemente torturados. El caso tenía sus cosas interesantes: era una historia poco conocida, las víctimas habían sido jóvenes, uno de los victimarios principales había sido el general Gregorio Álvarez, había una historia, pero lo evaluamos en aquel momento y se entendió que era más de contenido político que policial y judicial, que no calzaba con el contenido del ciclo. Y entonces se decidió no hacer pero yo me quedé con los teléfonos y dije "esta historia en algún momento la quiero contar". Pasaron varios años, varios años, y un día la llamé a una de ella, a Liliana Pertuy, y ahí arranqué la investigación, que me llevó a hacer entrevistas a una parte importante de las víctimas y a entrar por primera vez en los archivos de la Secretaria de Derechos Humanos de la Presidencia, que es todo un tema, no es fácil. Estuve esperando casi dos años, no fue fácil. Y eso que yo tenía totalmente identificados cuáles eran los rollos, los microfilms, que estaban detallados en los libros sobre terrorismo de Estado que hicieron los investigadores de la Universidad de la República. Dos años me tardaron. Finalmente me dieron acceso, lo agradezco porque pude tomar los documentos probatorios de esa historia: los documentos firmados por el propio Gregorio Álvarez ordenando la operación, y después siguiéndola muy de cerca. Ya no era solo el testimonio de aquellos jóvenes que decían, además, haberlo visto visitando aquel cuartel, e incluso se hizo una sesión de tortura en su honor.
Yo esa historia no la conocía, y me interesó saber qué pasaba en el interior, porque conocemos bastante de lo que pasó en la dictadura acá en Montevideo pero el interior fue toda una historia en cada departamento, en cada departamento fue distinto, en todos lados se torturó.
En esta historia de Treinta y Tres el cuartel está en el medio de la ciudad, los gritos de los chiquilines se oían de todos lados, y la gente estaba sorda, nadie decía nada. Había que seguir viviendo. El Comando del Ejército sacó un comunicado diciendo que habían descubierto un campamento donde habían convivido durante una semana y habían practicado orgías sexuales, competencias de parejas, intercambios de parejas, que producto de esto habían contraído enfermedades de transmisión sexual....en fin, salió en todos los diarios y todas las radios.
Era comunicado para tapar la situación de estos chicos porque habían permanecido a un mes detenidos de forma ilegal, esos menores no podían estar detenidos en los cuarteles, no eran dependencia del Consejo del Niño, los procesó la Justicia Militar, otra aberración.


- ¿Y cuál se supone que era el delito?
- Estaban vinculados por la pertenencia a un partido político que estaba prohibido. Pero en aquel pueblo chico, como era Treinta y Tres en aquel momento, a las chiquilinas cuando salieron les decían "mirá, ahí van las putas comunistas", quedaron muy marcadas. La mayoría se fue y no quiso volver nunca más, y las que quedaron sufrieron un calvario que a nadie le gustaría pasar. Una historia triste. Ese libro lo saqué ya en un par de años. Ahora estoy trabajando en otros temas


- ¿En cuáles?
- Vinculados también al pasado reciente, otra historia, no quiero adelantar, estoy trabajando en ella justamente ahora.


- ¿Y dónde surge la semilla de este?
- Si digo canto todo, canto todo, canto el tema (risas)


- ¿Tenés tiempo para escribir?
- Es lo más difícil de encontrar, más que para escribir para hacer las entrevistas, desgrabarlas, porque yo hago la entrevista y la desgrabo completa. Voy al Palacio Legislativo a ver los diarios de la época, son muchas horas ahí también viendo diarios, intentando ingresar en algunos archivos. Ahora estoy intentando ingresar- y estoy con dificultades como la otra vez- en el archivo de los expedientes de la Justicia Militar, que se ha creado una unidad especial dentro del Poder Judicial, se digitalizaron esos archivos y he pedido la autorización y todavía no la he tenido. Esa es la parte más complicada. Escribir es lo que más me gusta, es lo más lindo, una vez que tengo todo, que siento que la investigación la tengo bajo control, ponerme a escribir es la parte más linda, no me cuesta nada.
Lo que más me cuesta es desgrabar entrevistas, quizá si tuviera otros recursos contrataría gente que me lo hiciera. Leí Underground, de Haruki Murakami, él entrevista a víctimas del atentado con gas sarín en Japón en la década de los 90, pero contrató un montón de periodistas que le hacían las notas, que las desgrababan, él se gozaba escribiendo después, así es muy fácil. Fue premio Nobel ¿no?, para marcar la distancia (risas)
Pero trato de tener el tiempo cuando puedo porque trabajo muchas horas en la radio, me levanto muy temprano, soy como los tamberos. Al aire salgo a las 6, llego a la radio a las 4 y media de la mañana, es siempre de noche,


- ¿Y a qué hora te acostás?
- Cuando no tengo clases a las 20. En verano es de día, tengo que bajar las persianas, me afecta la vida social, y los días que tengo clase de noche, tengo que dormir una suculenta siesta para llegar cargado de energía.


- Es el periodismo, vos lo quisiste y tus padres te avisaron....
- Me avisaron, nadie me puede decir que no me advirtieron (risas)

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