Dr. Turturiello: "Poder trabajar ya para nosotros era un éxito"

Entrevista al Dr. Horacio Turturiello, fundador del SMI

Al Dr. Horacio Turturiello le parece maravilloso el proceso de expansión del SMI. Es que él fue uno de los cuarenta y cuatro médicos que en los años setenta pusieron sus bienes en garantía para poder fundar la institución. 

De cómo surge la idea, del proceso de fundación, de cómo una chacinería se convirtió en la sede del SMI. De todo eso y más, habló Turturiello.


- ¿Por qué eligió la medicina?
Mi padre fue médico y a mí me pareció bien la medicina y la tarea que mi padre realizaba así que después de hacer primaria, secundaria y preparatorio- en aquel momento hacíamos dos años de preparatorio, que eran todos exámenes, completamente diferente ahora- ingresé a facultad. Fui practicante externo por concurso abierto, después practicante interno por concurso interno de oposición. Después me recibí de médico, hice concursos de facultad y en ese momento, como no había concurso en Salud Pública, ingresé en Sanidad Militar por concurso. Luego hice en Salud Pública, gané y entré y tuve que renunciar al Militar porque en ese momento Aquiles Lanza, que era el encargado del Registro Civil, promulgó una ley que prohibía tener dos cargos en el Estado aunque fuera por concurso, salvo que fuera docente. Como los dos eran asistenciales renuncié al Militar, quizás con suerte porque justamente fue antes del golpe del Estado, un año antes. 


- ¿Y cómo llega a la gastroenterología?
- Yo hice primero medicina general, fui ayudante de clase del profesor Ferrari en la facultad, hice medicina general un tiempo bastante prolongado.

Mi padre fue gastroenterólogo, él fue a Chicago a estudiar todas las nuevas técnicas de gastroenterología, una de ellas fue la colecistografía. Estamos hablando del año 1924. Él la trajo y con Barcia la pusieron en marcha, antes no se podía visualizar los cálculos vesiculares. Se hacía el diagnostico clínico pero no radiológico.
Yo decidí seguir la carrera de mi padre y fue gastroenterólogo clínico; después hice endoscopia. Las endoscopias las hacíamos con la doctora. Elena Hoffman. Los aparatos eran rígidos, no eran flexibles como ahora, que sin embargo muchas veces se hace bajo una anestesia, moderada, pero anestesia al fin. Yo hacía fundamentalmente laparoscopia, las miraba a ustedes por dentro (risas) porque el diagnóstico era muy importante: llegaba una mujer joven, con un dolor muy fuerte en el lado derecho, en lo que se llama fosa ilíaca derecha, y había que saber si era un quiste de ovario que estaba por romperse o tenía una apendicitis aguda. Hacíamos la laparoscopía y veíamos si era apéndice y si era quiste ya lo rompíamos en el momento. Muchos años hice laparoscopia hasta que me jubilé. Primero con un aparato francés y después con otros alemanes.


- ¿Durante ese tiempo vio muchos avances tecnológicos?
- Actualmente es fenomenal. Nosotros hacíamos laparoscopía diagnóstica, ahora se hace terapéutica: se sacan vesículas, se hacen toda clases de maniobras, son cirujanos laparoscopistas. Nosotros éramos clínicos, no éramos cirujanos. Lo que sí yo me dediqué y fui miembro de la Comisión Internacional de Hepatología, me dediqué especialmente a hígado y la observación del hígado es insustituible. Además con el laparoscopio yo obtenía una pequeña biopsia que luego se estudiaba por anatomía patológica. Eso fue una cosa muy importante, la laparoscopia no era solo mirar sino tomar muestra.


- Además de la medicina, usted tiene una pasión muy grande por los caballos ¿cómo surge?
- Mi padre era uno de siete hermanos. Mi abuelo vino acá porque lo trabajo el dueño del cambio Scafiezzo, un cambio muy importante que había en esa época en Montevideo. Nosotros somos descendientes de una parte de Italia que se llama La Basilicata, la antigua Lucania, es una provincia muy particular porque tiene prácticamente tres lugares donde toca mar: una pequeña zona toca el Mediterráneo, otra más grande está en la punta de la bota, frente a Sicilia, y la tercera está muy cerca del Adriático. Ahí vivían mis abuelos. Se cree que primitivamente vivían en la zona baja, frente a Sicilia, que era como Punta del Este: los griegos en verano iban para ahí. Allí construyeron y están los circos, los teatros, las esculturas, hay todo una civilización griega en esa zona pero había Paludismo y entonces después que se iban los griegos, los pobladores de esa zona empezaron a trepar los Apeninos, y cada vez se iban más hacia el norte y más hacia arriba, porque ahí no había mosquitos. Terminaron en una población que se llama Balvano, en la provincia de la Basilicata. Y la profesión de mi tío era sastre, en Italia la gente se vestía, había sastres (risas) Estuvo muchos años allí, yo he visto fotos de la sastrería Turturiello en Balvano.

Allá por los años 1860, 1870, Italia pasó por un momento muy, muy, mal y entonces Scafiezzo que era paisano de mi abuelo le dijo que se viniera para Américo, que se viniera a "fare l´America".


- ¿Vino solo?
- Con el hijo, con Carmelo. Era el único hijo en ese momento. Mi abuela quedó allá. Desembarcaron en Buenos Aires pero mi abuelo llegó en verano y no podía vivir...


- Por el calor y humedad
- Claro, acostumbrado a dos mil y tantos metros de altura, con la temperatura de las montañas en Italia, llegar a Buenos Aires en verano...entonces se vino para Montevideo. Scafiezzo le dijo que no se volviera y le dio trabajo que era vender números de lotería en la ciudad. Porque en esa época la gente compraba el entero y cada familia tenía su número, mi abuelo los iba distribuyendo de casa en casa. Y entonces mi tío Carmelo hizo una sastrería en Montevideo, estaba en Plaza Independencia frente a la estatua de Artigas, donde ahora está el Radisson, ahí estaba. Después nació mi tío Pascual que también era sastre.

Tío Carmelo trabajaba muy bien, seguro, traía los modelos europeos, la gente iba al sastre a hacerse los trajes y ganaba muy bien, entones él fundó el stud Balvano en mérito al lugar de donde provenía. Tenía caballos acá y en Buenos Aires, los caballos se los corría Irineo Leguizamo y el entraineur era Maschio, un famoso entraineur argentino. La casquilla lila del stud Balvano ganó carreras acà y en Buenos Aires.


- ¿Cuándo usted era chico iba a las carreras?
- Sí, sí


- ¿Era un interés familiar?
- Sí, mi padre siguió con el stud. Le cambió el nombre Balvano y le puso El Pibe, porque mi padre lo fundó en 1930 que fue el año que nací yo.


- ¿Dos meses después de su nacimiento apareció El Pibe? ¿Es correcto?
- Sí, es todo verdad. Mi padre tenía algunos caballos en Maroñas y después fue presidente del Jockey Club pero terminó siendo cabañero de una cabaña muy importante, del Haras Casupá. Cuando falleció don Juan Amoroso, que era el cabañero del Haras Casupà-lugar donde nació Romántico, nada menos, un famoso caballo que ganó todo lo que se le ocurrió- se formó una sociedad y mi padre era el cabañero. Yo le puedo decir que vivía adentro de un box (risas) y sí, y sí, con los potrillos...una persona joven se enamora de los potrillos. Son mamíferos como nosotros, les falta hablar, todo lo demás lo vi, lo hacen como nosotros: son buenos, son malos, son educados, mal educados. Así que fue natural. Hay que decir que a mi padre no le interesaba el juego ni a mí tampoco, no voy a decirle que no juego porque a veces estamos ahí con varios amigos y hacemos una penca pero a mí me gustaba el caballo de carrera y me sigue gustando el caballo de carrera.


- ¿Ahora va al hipódromo?
- Voy dos veces por semana a las seis y media estoy en Maroñas. Los trabajos empiezan a las seis, cuando sale el sol, porque tratan de trabajar en momentos donde no hace mucho calor. Hoy vengo de allà.


- ¿El stud sigue existiendo?
- Sí, sí. Mi hijo dijo de mejor ponerle un nombre italiano, Il Bambino. El Pibe, Il Bambino, más o menos es lo mismo.


- Así que su infancia y adolescencia fue entre caballos y la medicina
-
Sí, sí


- ¿Cuando entró a la facultad hizo amigos, además de colegas?
- Sí, por supuesto. Eran todos amigos porque éramos muy pocos entonces éramos muy amigos, las mujeres nuestras también.


- ¿Y cómo surge el Servicio Médico Integral?
- Hay un motivo de fundación: por hechos relacionados con política y con problemas jurídicos, algunos hechos que ocurrieron que no viene al caso detallar, se perdían fuentes de trabajo. Yo trabaja en lo que se llamaba en aquel momento Seguro de la Aguja ¡qué épocas! había muchos trabajadores de la aguja, había gente que cosía... los recuerdo a todos con mucho cariño. El Seguro de la Aguja era una cosa muy especial, se creó algo que les aseguraba que si ellos se enfermaban tenía una subvención para sobrevivir mientras estaban enfermos y después se les brindaba la certificación médica. Ahí ingresaron un grupo de compañeros: el doctor Jaime Luxemburg, el doctor Baggio, una serie de compañeros, que eran cuatro o cinco, que hacían las certificaciones.

Pero esta gente no era afiliada a nada, trabajan y estaban en el Seguro de la Aguja que les brindaba ese servicio pero no tenían ninguna mutualista. Algunos pocos sí pero la enorme mayoría no tenían. Entonces un señor llamado Manocchi, que era el delegado de los patrones, y una mujer enormemente activa, Tita Cogo, que era delegada de los obreros, era impresionante lo que trabaja esa mujer, lo que se movìa....Manocchi un día le dice a Jaime Luxemburg que había cuatro mil ¡cuatro mil! ¡Mire lo que trabajaban! Bueno, cuatro 4 mil que no tenían sociedad médica. Veían solo al certificador.


- No tenían ningún control de su salud
- No, no, ni había medicamentos ni radiografías ni nada. Dice Manocchi "tenemos cuatro mil personas sin asistencia médica ¿por qué ustedes que están en esto no forman una sociedad médica? y a Luxemburgo se le prendió la lamparita, ¡otro hiperactivo! (risas) Entonces nos llamó a algunos de los que estábamos trabajando y nos dijo "vamos a hacer una sociedad". En aquella época hacer una sociedad cuando existía el Sindicato Médico, la Española, Casa de Galicia, el Sanatorio Inglés, era todo una aventura pero el ímpetu de Jaime y de Manocchi era más que todo eso. Y fueron a ver uno por uno para afiliarse y todos decían que sí ¡claro! eran los únicos médicos que conocían. Ellos me eligieron como presidente del Seguro de la Aguja, de la parte asistencial, y una vez que logramos ponernos todos de acuerdo se hizo una asamblea. En 1966 el Estado por ley 13561 creó el Seguro de la Aguja, administrador por un representante del poder ejecutivo, dos representantes obreros y dos patronales patronales. Funcionaba en la calle Yí 1434 y como secretaria estaba Carmen Marroquí que después fue la gerente administrativa. Y a fines del año 67 se creó por Manocchi y Jaime Luxemburgo la asistencia médica de estos obreros bajo el rótulo de Servicio Médico de los Trabajadores de la Aguja, allí yo ya trabaja como gastroenterólogo.

Nosotros por cada consulta que teníamos nos daban un ticket, era pago por cada consulta, no teníamos sueldo. Yo trabajé como gastroenterólogo y resolvieron ponerme como presidente del servicio médico de los trabajadores de la aguja. Jaime Luxemburg como director médico. Y ese es el primer embrión del SMI, el SEPTA, Seguro de Enfermedad para Trabajadores de la Aguja.


- ¿Cuándo pasa a ser SMI?
- El SMI se fundó como una necesidad de darle base jurídica al SEPTA. Cuando vino el golpe de Estado nos dijeron que el SEPTA no podía funcionar porque no era jurídicamente aceptable, había una serie de pormenores que no vienen al caso pero nosotros nos dimos cuenta que nos quedábamos todos en la calle. Y ahí resolvimos, el 10 de junio de 1974, en una asamblea en la que se reunieron 44 médicos, a fundar, organizar y financiar una nueva institución que se sería llamada Servicio Médico Integral.

Para financiar tuvimos que poner como garantía nuestras casas, autos y lograr que alguien nos actuara del punto de vista bancario. Fuimos inmediatamente a la sucursal del banco República que quedaba en el Gaucho, y el gerente, que nos atendió muy bien, nos dijo "sí, sí. Tienen que venir los 44 y las 44 mujeres"


- ¿Las casi 100 personas ahí simultáneamente?
- Sí, yo dije ¿cómo reúno a toda esa gente? Y empezamos a caminar por 18 de julio pensando cómo hacíamos y en ese momento pasamos por una sucursal del banco Holandés. Yo iba caminando con mi señora y ella dice "mirá quién está en la vidriera del banco Holandés" y era una amigo nuestro, de acá de Pocitos (antes en Pocitos nos conocíamos todos, no era nada que ver con lo que es ahora). Entonces entramos y le explicamos lo qué pasaba, nos dijo que había ningún problema que nos abría la cuenta y que cuando cada uno pueda iba yendo y firmando.


- Tenían que poner los bienes de garantía ¿todos estaban convencidos? ¿las esposas también?
Sí, también. Las esposas acompañaban y ayudaban. Conseguimos una casa a la vuelta. Era de un chacinero y además hacia bailes y vendían frankfurtes (risas)

Tuvimos que ir con el chacinero al Esmaco (Estado Mayor Conjunto) para presentar que íbamos a fundar la sociedad médica. El señor chacinero llevaba una valija, un maletín grande, entramos, hablamos con oficiales, nos atendieron bien, no hubo ningún problema. Y este hombre dijo "¿les puedo mostrar una cosa?" entonces quedamos sorprendidos ¡había llevado frankfurters, chorizos, todo para mostrarle a los militares del Esmaco!

Yo me quería caer muerto pero los que estaban ahí se rieron y dijeron "qué rico, qué rico, bueno, déjelos" y se los dejó todos (risas)

Lo que nosotros creamos fue una sociedad de producción sanitaria. Salud Pública tenía dos formas de actuar: bajo el rótulo de mutualista o bajo el rótulo de sociedad de producción sanitaria como es el CASMU. Yo era el responsable y elegí la sociedad de producción sanitaria.


- ¿Cuàl es la diferencia?
- La diferencia es que la mutualista está dirigida teóricamente por los socios de la institución mientras que el otro grupo está dirigido por los médicos, con asambleas, elecciones libres, todo lo que tiene el sindicato médico, exactamente igual.


- Asì que se quedaron con el consultorio instalado donde era la chacinerìa
- Si, en la calle Mercedes. Lo reformamos un poquito y empezamos. Como nos fue muy bien siempre, seguro, en ese momento tener cuatro mil afiliados fijos...además eran afiliados que no consultaban, consultaban si estaban realmente enfermos, porque era gente que trabajaba toda, no había jubilados, eran todos obreros. Era una cosa muy especial.

Después adjuntamos a los obreros de la madera, que era otro gremio muy especial...sí, en el Uruguay se hacía muebles. Entonces se juntó a los obreros de la aguja más los de la madera y llegamos a 10, 12 mil afiliados. Ya teníamos un núcleo muy importante, y los costos eran muy bajos. Primero Luxemburg consiguió camas en el hospital Italiano. Yo era gastroenterólogo y hacia laparoscopia en Impasa que en ese momento tenía un cuarto piso que era una azotea enorme, y se me ocurrió hablar con el presidente y ofrecerle que el SMI construyera un piso ahí. Ellos resolvieron que sí, que hiciéramos eso, y trajimos un piso prefabricado de Caxias do Sul.


- ¿En qué año fue eso?
- Eso fue por el año 78, 79. Yo fui presidente de 1975 a 1985. Fue tres o cuatro años después de ya estar trabajando. ¡Mire usted! ¡Hoy día terminamos con todo Impasa! 

No es que yo fuera presidente pero el SMI era una institución del punto de vista administrativo y económico muy sana, vamos a llamarle a así. Nosotros teníamos un gran sentido de responsabilidad de lo que habíamos hecho, nuestras señoras que nos ayudaron a hacerlo...venían y colocaban cortinas, y decían esta silla va a acá, esas cosas que saben las mujeres y los hombres no. Y toda clase de tareas.
Además de los colegas y las esposas, quiero destacar a Carmen Marroquí, a los funcionarios, que no teníamos que estar atrás de ellos porque eran parte del SMI. Y además hubo dos personas que fueron muy influyentes, uno era el abogado Ángel Bianco. Era excepcional no solo como abogado sino porque nos ubicaba, se contagió del entusiasmo y formaba parte del equipo, entonces nos aconsejaba no como abogado sino como parte del SMI. Otra persona sumamente importante fue nuestro contador, que lo sigue siendo, el contador Sales, una persona de cargos muy importantes a nivel superiores al SMI y que en el SMI tuvo una labor realmente descollante. A ellos les estoy eternamente agradecido porque fueron los que nos guiaron por caminos siempre correctos, caminos ciertos y exitosos.


- Fue un trabajo familiar
- Absolutamente familiar, estábamos nosotros con la señora de López Scavino, de Jaime Luxemburgo, de Meerhoff.
Meerhoff fue un gran defensor de nosotros; venía con sus aparatitos en una valija, era la época que para dar lentes había que poner un lentencito y depsuès otro y otro hasta que decía "este, con este veo bien". Meerhoff traía de la casa todo. Yo lleve el consultorio de mi padre.


- ¿Trasladó todo para ahí?
- Sí, la mesa, las sillas, una biblioteca. Llevé todo.


- ¿Cómo fue el vínculo o el impacto de las otras instituciones cuando apareció el SMI?
- Yo fui dos períodos secretario del Casmu, conocía bien a todos y les fue a explicar lo que pasaba y ellos entendieron. Porque hay que entender una cosa, los suelos nuestros en las mutualistas era poco, no era lo que pasaba en otros países del mundo. Los ingleses cuando venían acá y veían cómo trabajamos nos decían que estábamos locos, seguro, porque ellos entraba a las ocho de la mañana a un hospital, salían a las cinco de la tarde y se iban para la casa. En el Uruguay de mañana estábamos en el Impasa, de tarde en el SMI, de noche en asistencia externa, al otro día íbamos a la Española. Era y sigue siendo así, es un grave error pero no se ha podido corregir. Entonces en el sindicato entendieron que no era una lucha contra ellos porque en realidad los que tomaron la decisión fueron Manocchi y Tita, y no eran el SMI, eran directivos de los trabajadores.

Realmente Manocchi fue quien fundò el SMI, no yo ni los 43 asociados. Fue Manocchi con la idea de "¿por qué no hacen una cooperativa?"


- Después se fue abriendo al público en general
- La primer época fue una época de un cálculo de nuestras posibilidades. Era una época muy especial, el país vivía una situación política muy especial, y después vino otra época. A partir del año 1985 los nuevos directivos encararon la institución de otra manera, salir a expandirse afuera de la aguja y madera, y eso es lo que ha llevado al Servicio Médico Integral a tener el Impasa, estar construyendo a todo vapor las nuevas ampliaciones porque el sanatorio Impasa no da para todos los afiliados, y están terminado con una cantidad de habitaciones, urgencias y cosas que no estaban previstas.


- ¿Ustedes no esperaban que se llegara a esta magnitud, no lo visualizaban?
- No, no, no. No era el objetivo ni podía serlo. El país vivía una situación muy especial. Demasiado obtuvimos con poder trabajar, con mantenernos trabajando y eso para nosotros había sido un éxito, el poder trabajar, y en algo que era nuestro. Ahora los que están al frente piensan también de esa manera pero con un criterio mucho más amplio. Yo lo reconozco, yo en esta época no sé si me hubiera considerado capaz de dirigir al SMI, no sé, es otro tipo de organización, de responsabilidades, otro tipo de visión de futuro. Y las cosas a la vista están: se está invirtiendo cómo se está invirtiendo en la ampliación es maravilloso, el país está invirtiendo en salud, el SMI está invirtiendo en salud del país ¿Quién puede estar en contra de eso?

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